Pensé una y mil veces si me arriesgaría a escribir sobre este tema. Por un lado, es el tema más recurrente y fuerte que tengo instalado en la cabeza. Por el otro, he visto hasta el hartazgo conversaciones que terminaban en peleas entre socios, familiares, vecinos, conocidos, etc. y no quiero entrar en eso. Al mismo tiempo, es el tema infaltable en las reuniones con inversores de este último tiempo, aunque también es cierto que somos más de 7.000 inversores de más de 20 países y este tema afecta sólo a un país. Pero el caso es tan interesante desde el análisis, que creo que vale la pena compartirlo con todos. Lo que me terminó de convencer es que las principales reglas del juego se definieron (y con eso los ánimos están más calmados), por tanto es un excelente momento para dar por finalizadas discusiones pasadas y enfocarse en lo que se puede mejorar.
Las inversiones son un acto de fe. Seguramente haya más de uno que piense que las inversiones tienen que ver únicamente con los números y fórmulas complicadas. Pero en esencia, una inversión consiste en sacrificar capacidad de compra en el presente, con la expectativa de incrementarla en el futuro. Es decir, no usar dinero hoy, esperando tener más mañana. Las expectativas juegan un rol fundamental. Lo interesante es que todo esto ocurre en la mente de cada persona, con su propia percepción, su propia perspectiva y su propia confianza, haciendo que los números sean apenas un elemento más entre los tantos que influyen en la decisión de inversión.
Lo más importante es que las inversiones tienen múltiples impactos a nivel macro. Detrás de una inversión en una “startup” hay uno o varios emprendedores que acceden al dinero necesario para materializar su visión, pudiendo así adquirir insumos (generan demanda de alta tecnología, de infraestructura, de servicios), contratar gente (generan empleo y elevan los estándares de calidad de los profesionales), hacer un producto competitivo (generan conocimiento y mejoran el bienestar de la gente al ofrecer productos más innovadores, o más baratos o de mayor calidad), y si los exportan, generan divisas para el país. Pero además, estos casos se convierten en inspiración para todo el contexto, haciendo que cada vez más personas busquen emprender y más personas busquen invertir, generando un círculo virtuoso con gran impacto en toda la sociedad. Así lo entendieron la mayoría de los países que salieron adelante impulsando las iniciativas necesarias para hacer girar la rueda. Nada fue por casualidad.
Sin embargo, por alguna razón, Argentina todavía no ha armado las bases para impulsar un desarrollo de este tipo. A pesar de contar con una “materia gris” reconocida por el mundo, y tener un gran caudal de gente con mentalidad emprendedora, energética y versátil, Argentina presenta uno de los climas más hostiles del mundo para los inversores. En Mayo 2015, un informe del Foro Económico Mundial elaboró un ranking de clima de negocios en donde listó a 141 países, y Argentina quedó penúltima, apenas por delante de Venezuela ver noticia
Aun así, a un emprendedor es difícil detenerlo con obstáculos. Siempre buscará la forma de superarlos. Me reúno con cientos de emprendedores cada año, y en su mayoría, tienen la sede de su empresa en Estados Unidos, aun cuando vivimos a pocos kilómetros de distancia. El argumento es razonable: resulta más fácil (por Internet), rápido (1 día) y económico (USD 250 en total) armar una sociedad en Estados Unidos (sin necesidad de viajar) versus Argentina (expediente en IGJ, un par de visitas a la AFIP, 2 a 3 meses para tener todo constituido, $15.000 –pesos- entre honorarios, gastos y aporte de capital inicial). Estos cambios son los que están impulsando los amigos de ASEA (Asociación de Emprendedores de Argentina). Cuando tratamos este tema, siempre alguno bromea diciendo que “para cuando la sociedad esté finalmente lista para recibir una inversión, seguro algún ministro ya cambió alguna regulación, o el producto a desarrollar ya quedó obsoleto”.
Sin embargo, aun cuando estos trámites fueran posibles, y la empresa pudiera nacer a toda marcha, todavía habría que superar los obstáculos de traer los dólares de afuera para invertir (muy frecuente hoy con tantos inversores internacionales en búsqueda de hacer inversiones globales), y si fuera necesario, transferir dólares a otra sociedad (imagine tener una subsidiaria en Colombia a la que hubiera que transferirle dinero). Hoy, eso está más que complicado por la existencia de dos tipos de dólares (oficial y paralelo), restricciones, etc. que ha llevado a los emprendedores a hacer malabarismo financiero con el “Contado con Liqui” para no dejar de pagar a sus empleados, aun teniendo el dinero disponible, pero en dólares y en otro país.
No obstante, superando el conflicto de la disponibilidad de divisas para las transferencias, llevar adelante un emprendimiento, en el día a día, es un trabajo sólo para expertos. La inflación trae fricciones con clientes y empleados, y muchas veces no se sabe cómo hacer para entender si al negocio le está yendo bien o mal, ya que puede estar creciendo nominalmente, pero puede estar perdiendo en términos reales (descontando la inflación).
Y si todo eso se pudiera superar, pocos confían en que las condiciones se mantengan estables por el largo plazo.
El primer paso sería impulsar iniciativas que permitan al país brindar las mismas oportunidades a los emprendedores que brindan otros países. Pero aun cuando eso suceda, tendrá que mostrar que es consistente a lo largo del tiempo, y la única forma de verificarlo, es con el paso del tiempo. Recién ahí se reconstruirá la confianza necesaria para que los inversores argentinos y extranjeros apuesten por el largo plazo.
No es un camino corto ni fácil, pero vale la pena. La parte esperanzadora, es que ya otros países mostraron que así funciona.
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