Algo está pasando con las empresas tecnológicas que ya no salen “como locas” a cotizar en la bolsa de valores. Mientras que en el año 1999 hubo un récord de 188 compañías tecnológicas que hicieron su Oferta Pública Inicial (IPO, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos, la firma Renaissance Capital revela que el 2015 cuenta con apenas 15 compañías tecnológicas, esto es, apenas un 11% del total de las IPOs (ver cuadro). Esto, reduce las oportunidades para que determinados inversores participen de este tipo de inversiones. ¿A qué se debe?

Es curioso que éste sea uno de los mejores años de la historia para las compañías tecnológicas. Las 3 compañías más valiosas del mundo, Apple, Google y Microsoft, son tecnológicas. Pero también existen compañías extremadamente valiosas que no cotizan en bolsa, como Uber y Xiaomi, que valen unos 50 mil millones de dólares cada una (la mitad de lo que vale McDonald’s). Pero está produciéndose un cambio de mentalidad por parte de los empresarios.
Normalmente, las empresas veían a la bolsa de valores como la fuente de financiación más grande a la que se podía acceder. Lo hacían para financiarse y para ganar prestigio. Llegar a “cotizar”, era sinónimo de haber alcanzado el escalafón más alto del mundo empresarial. A cambio de eso, las empresas tenían que someterse a un estricto control externo, a hacer públicos sus balances, y a aceptar una burocracia extrema y costosa para cumplir con todas las exigencias de los reguladores.
Pero, en los últimos años, hubo un crecimiento explosivo de inversiones en empresas privadas, es decir, las que no cotizan en la bolsa de valores, motivados inicialmente por los rendimientos que estas inversiones prometen. Estas inversiones crecieron tanto, que hoy una empresa puede conseguir la misma cantidad de capital en forma privada que la que podría conseguir en forma pública a través de la bolsa de valores. Por ejemplo, Uber llegó a conseguir más de USD 5.000 millones por parte de inversores privados y esto es mucho más de lo que la mayoría de las empresas puede aspirar a conseguir en un IPO. Pero además, Uber los consiguió sin los costos ni la burocracia que exige salir a cotizar. Entonces, ¿sigue siendo tan conveniente salir a cotizar? Ante estas nuevas alternativas, los empresarios ya no están tan seguros.
Algunos empresarios, incluso, prefieren que las acciones de su compañía estén sólo en manos de inversores que entiendan el negocio. Caso contrario, sus precios pueden variar de irracionalmente altos a irracionalmente bajos sin importar los fundamentos de la empresa. Hace poco Twitter tuvo que cambiar a su CEO por no llevarse bien con los mercados, como cuando un club de fútbol cambia al director técnico cuando los resultados (y sus socios) no acompañan. Para evitar esto, Warren Buffett nunca hizo un split de sus acciones (BRK.A vale casi USD 200.000 cada acción) para atraer sólo al tipo adecuado de inversor, aunque su compañía no sea de tecnología.
El problema es que cuantas menos compañías coticen en la bolsa, menos oportunidades tendrá el inversor para acceder a ellas a través de su broker. En cambio, crecen mes a mes las alternativas para invertir en las compañías privadas: se están desarrollando mercados privados de pre-IPO (compra y venta de acciones de compañías que están cerca de cotizar), mercados privados de startups, fondos de inversión privados (como el caso de Grit Invest), y hasta el crowdfunding está sumándose a esta tendencia.
A este ritmo, el inversor bursátil se va quedando rápidamente sin oportunidades para invertir en las empresas tecnológicas más prometedoras. Aunque las oportunidades van a seguir estando. O cambian los mercados, o cambia el inversor. Pero alguien va a terminar cambiando para que las oportunidades no queden en manos de unos pocos.
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