La teoría de la evolución de Darwin sugiere que “las especies que perduran en el tiempo no son las más fuertes, sino las que mejor se adaptan a los cambios”. Y esto vale también para los negocios: Kodak y Blockbuster son ejemplos de cómo los grandes líderes pueden extinguirse de la noche a la mañana por no estar preparados para los efectos del meteorito tecnológico.
Con la misma analogía, las cucarachas son insectos popularmente conocidos por sobrevivir a una bomba nuclear, o incluso seguir viviendo si perdieran su cabeza. Pero en realidad esto es un mito: estos bichos no llegan vivir más de una semana sin su cabeza, y respecto de la bomba, no sobrevivirían a la explosión, pero tolerarían eventualmente la radiación porque tienen una división celular mucho más pausada que la del ser humano. Sin embargo, el mito de la cucaracha resistente a todo, está instalado.
Recientemente, la Inversora Ángel Caterina Fake declaró que en caso de una próxima catástrofe financiera, muchas de las compañías que hoy valen miles de millones de dólares, conocidas como Unicornios, van a desaparecer, y en su lugar, sólo quedarán las cucarachas.
Adam Draper, de Boost.vc, define a las cucarachas como “una startup compuesta por fundadores ingeniosos que sobreviven siempre, sin importar lo que ocurra en el contexto. Su competencia los ignora aunque temen que ellas entren en su espacio”.
Las cucarachas tienen otra característica particular: no son nada atractivas. En los negocios, esto sirve para hacer referencia a aquellos negocios que cualquiera podría subestimar o despreciar, hasta que un día, se hacen tan grandes y fuertes, que superan incluso a las compañías más glamorosas.
Hay inversores que se están enfocando exclusivamente en invertir en cucarachas. El término probablemente se ponga de moda, pero… ¿es una idea nueva? Para nada.
Durante los últimos 50 años, Warren Buffett logró convertir a Berkshire Hathaway en la 3ra empresa más valiosa del mundo invirtiendo en cucarachas como Coca-Cola (gaseosas), See’s Candys (caramelos), Gillette (máquinas de afeitar), y otras empresas que hacen productos muy poco atractivos, pero que han visto crecer su demanda en forma sostenida a lo largo de las últimas décadas. Incluso, durante la fiebre de las inversiones en las “.com” en los ‘90, Buffett fue uno de los pocos grandes inversores que decidió no sumarse a la movida (hecho que le costó la crítica durísima de Wall Street) hasta que después del estallido de la burbuja en el 2001, la prensa, los inversores, y los números, le reconocieron su acierto. Berkshire Hathaway es, en sí mismo, una cucaracha… una cucaracha que vale 330 mil millones de dólares.
En las charlas con inversores, siempre surgen distintas opiniones respecto de invertir en una u otra empresa, y un ejercicio que solemos hacer es lanzar la siguiente pregunta: “¿Cuál es su objetivo? ¿Divertirse o ganar dinero? Para divertirse, hay miles de ideas atrapantes de las que no sabemos si algún día van a prosperar, pero podrían dar más excitación que la que nos da apostar en el casino. Para empresas rentables, no debería importarnos si son glamorosas o no. Podrían ser incluso muy aburridas y despreciadas, y aún así llegar a ser más grandes que las otras. Estas compañías, que siempre existieron, son las cucarachas 2.0.
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