Poner la cabeza en la boca del león
Cuando se evalúa una oportunidad de inversión, el inversor y el emprendedor entran en un período que se asemeja a un noviazgo, en donde todo es apasionante y maravilloso. Pero como en cualquier vínculo, alguno puede sentirse asfixiado por la misma dinámica de la relación, y darse cuenta cuando ya es demasiado tarde. Resulta que […]
Por Sebastian Ortega

Cuando se evalúa una oportunidad de inversión, el inversor y el emprendedor entran en un período que se asemeja a un noviazgo, en donde todo es apasionante y maravilloso. Pero como en cualquier vínculo, alguno puede sentirse asfixiado por la misma dinámica de la relación, y darse cuenta cuando ya es demasiado tarde.

Resulta que en las inversiones en startups, los inversores y emprendedores tienen mucha interacción desde el comienzo. Parece razonable: la inversión implica una relación de largo plazo difícil de salir, cada parte quiere estar seguro que se puede llevar bien y que coinciden en los planes de futuro. Cualquier parecido con un matrimonio, NO es pura coincidencia. El emprendedor busca capital para concretar su proyecto, el inversor busca rentabilidad. Si el proyecto resulta exitoso, todos ganan.

Pero como en cualquier relación, las cosas pueden cambiar.

Imaginemos una empresa que recién se inicia, y sabe que el capital es uno de los recursos más difíciles de conseguir. No hay mucha evidencia de que el producto funcione y hay muchos gastos por hacer. La ansiedad lleva al emprendedor a buscar todo el capital que pueda, y eso es mucho. Consigue dinero una vez, luego otra, y luego otra. Cada vez que lo logra, lo festeja como una victoria. A la empresa le va muy bien pero aparece un problema que hasta entonces estaba fuera de los planes: el emprendedor se da cuenta que le quedaron pocas acciones de su propia compañía. ¿Porqué ocurre esto? Porque el dinero no es gratis. Cada vez que el emprendedor consigue dinero, da a cambio una porción de su compañía. Ahí en cuando nos enfrentamos a un nuevo peligro: el emprendedor se siente poco motivado a esforzarse por el éxito de la compañía.

Déjeme poner un ejemplo: cuando el emprendedor tiene el 100% de una compañía, siente que puede capturar por completo los beneficios que logre. Pero imaginemos que luego de recibir varias rondas de inversión, el emprendedor se quedó con sólo el 10% de la compañía. En este caso, cualquier logro o revalorización de la compañía será 90% capturado por otros (normalmente los inversores) y 10% por el emprendedor. La compañía tiene que valer realmente mucho para que ese 10% del emprendedor valga todo el esfuerzo que hizo para llegar hasta ahí, se siga esforzando día a día y le quede resto de motivación para salir a conseguir los objetivos definidos por los accionistas y directores.

Cómo resultado, el emprendedor no sólo se siente desmotivado, sino que además se siente preso de esa situación que es muy difícil de deshacer. Lo paradójico es que fue el mismo emprendedor quien metió su cabeza en la boca del león, y siente la frustración luego de haber estado ahí demasiado tiempo. Esto es mucho más frecuente de lo que parece. Conocí varias compañías cuyos fundadores comenzaron a planificar proyectos paralelos en su “tiempo libre” en los que procuran limitar la cantidad de capital que están dispuestos a incorporar. Con la lección aprendida, empiezan a balancear el crecimiento con la pérdida de participación y control. Esto sería como re-enfocar la líbido hacia un proyecto alternativo. El “amante”, diría un amigo. Otros, plantean la situación de frente: – “Con tan pocas acciones, estamos perdiendo la motivación”, y sigue, – “Podríamos armar un plan para recuperar un porcentaje accionario -dice el emprendedor- a condición de cumplir objetivos de crecimiento”. ¿De dónde saldrían las acciones a recuperar? Sí. Acertó. De los inversores.

Si usted fuera inversor de un proyecto así y le plantearan ésto… ¿qué haría? Le adelanto que hay formas de prevenir que esto ocurra, pero sería algo así como firmar un firmar un acuerdo pre-matrimonial en donde se prevé cómo dirimir situaciones en caso de fracaso. ¿Vale la pena ésto? Su abogado experto en startups diría que sí. En mi opinión, si uno no está seguro de dónde se está metiendo y precisa de re-aseguros legales, es porque se está metiendo en el lugar incorrecto.

Esta situación imaginaria está basada en hechos reales, pero frecuentemente toma a muchos inversores por sorpresa. En ecosistemas cada vez más conectados, se va haciendo más fácil detectar los emprendimientos que sufren de esta tendencia a meterse en la boca de león.

En la situación opuesta, se considera una virtud cuando un emprendedor busca una cantidad de capital razonable, a valuaciones razonables y tiene en cuenta el plan final desde el mismo día en que concibe el proyecto.

En las inversiones, como en el matrimonio, abordar estos temas desde el comienzo nos ahorrarán futuros dolores de cabeza. Y la mejor forma de abordarlos, es no cayendo en ellos.

Sobre el autor

Sebastian Ortega

Sebastian Ortega

CEO Grit Invest

Doctor en Dirección de Empresas y Máster en Dirección de Empresas de la Universidad del CEMA, con especialización en Fusiones y Adquisiciones en la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard (EE.UU.) y especialización en Value Investing en la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia (EE.UU.)
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