No. No hay ningún error en la noticia. El oro efectivamente se apreció solo 10% en los últimos 10 años. No sirvió siquiera como protección contra la inflación estadounidense. No sirvió siquiera como reserva de valor.
¿Por qué las personas compran oro? Existen varios motivos. Por un lado, es un recurso limitado que existe físicamente y que, a diferencia de los pesos o dólares, NO pueden devaluarse con un “simple chascar de dedos” de los gobiernos de turno (y en especial, cuando una pandemia lo justifica).
También están quienes lo compran por “status”: es un metal precioso que representa riqueza, es utilizado para la elaboración de joyas, y pareciera que poseer oro físico de 24 kilates en casa o en la caja fuerte del banco levanta más el autoestima que cuando un calvo recupera su cabellera.
Si usted hubiera tenido la oportunidad de invertir USD 10.000 en oro hace mucho tiempo, digamos, hace 100 años a USD 20 por onza, hoy tendría USD 900.000. Nada mal. Ya sería casi millonario.
Pero si usted hubiese invertido esos mismos USD 10.000 en la misma fecha en una canasta con las principales empresas estadounidenses, sin ser experto, ni calculando cuándo entrar, ni teniendo que tomar ninguna otra decisión, hoy tendría USD 292.235.736, es decir, casi 324 veces más que lo que hubiera ganado con el oro.
La diferencia radica en que, mientras el oro es un metal que responde simplemente a la oferta y la demanda – está ahí inerte, no crece ni produce nada -, las empresas son dirigidas por personas que día a día buscan crear valor y ser más eficientes.
Si es un inversor de largo plazo, el oro no es una mala alternativa para usted. Pero, ¿Por qué elegiría comprar un metal teniendo la opción de dejarle a su familia un patrimonio 324 veces mayor? Puro sentido común.
Recuerde que el oro ya se encontraba en estos valores en el 2011, así que quien haya invertido una década atrás, habrá gozado de “status” pero tuvo que soportar 9 años de pérdidas mientras las acciones tuvieron la racha alcista más larga de la historia.
Sí, es cierto que a lo largo del tiempo han habido años en que el oro creció más que las acciones. No solo eso, a veces incluso ha subido justamente en épocas de crisis financieras, generando la ilusión de que oro es una gran protección contra las crisis.
Estas situaciones dieron lugar a la aparición de Gurús “expertos en oro” que cobran por adivinar a dónde estará su precio mañana. Sin embargo, como usted sabe, eso es pura especulación.
En el corto plazo el Gurú tiene 50% de chances de acertar, y 50% de chances de equivocarse (en cuyo caso proveerá de una bella explicación). Aún así, hay que reconocer que el juego de las predicciones es muy entretenido, si no, no existirían los casinos ni la lotería ni las carreras de caballos, etc.
Para quien NO quiere hacer apuestas en base a predicciones con 50% de chances de acierto, no le queda más remedio que invertir a largo plazo. Pero en ese terreno, el oro pierde todo tipo de atractivo.
Mi sensación es que el oro goza de un “status” natural: es simple de ver, tocar y entender; mientras que, como seres humanos, nos resulta mucho más complicado comprender el valor de una acción/empresa a través de nuestros sentidos o de la mera observación (pruebe diciéndole a su amigo que compró una acción de Berkshire “Clase A“, a ver qué le dice; a propósito, esas acciones cuestan hoy USD 422.000 cada una).
Para entender esto último, necesitamos hacer el esfuerzo de aprender a reconocer aquello que no tiene una existencia física simple.
Hace poco hablé con una persona que nunca había invertido en su vida, y cuando tocamos el tema de invertir en acciones, me dijo: “Si, algo escuché alguna vez, pero me parece que son riesgosas y podés perder tu dinero”.
Para quien no está familiarizado con el tema, las acciones gozan de muy mala fama, aún cuando las personas más ricas del mundo llegaron a donde están gracias a tener acciones de compañías excelentes.
La educación financiera corrige todo esto. Nos enseña a valorar y decidir sobre inversiones que pueden beneficiarnos mucho (y rechazar las que no) aún cuando no las podamos ver o tocar.
La falta de educación, por su parte, tiene un costo muy alto: nos hace temer a lo que nos puede beneficiar y nos deja disponible solo aquellas opciones que, por ser tan simples, no generan retornos. ¡Imagínese invertir en oro durante muchos años pensando que lo va a proteger contra la inflación y las crisis!
Si quiere saber en qué invertir en los próximos días, no elija aquello en donde tiene 50% de chances de perder. Invierta en su educación… invierta en usted.
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