No se puede enseñar a ser buen inversor
Uno de los primeros libros en proponer un sistema completo para invertir en los mercados de valores fue El inversor inteligente escrito por Benjamin Graham y publicado en el año 1949. Para aquella época, fue novedoso que un libro analice el perfil psicológico de los inversores. Graham sabía que el auto-control y el auto-conocimiento eran las claves para invertir con éxito. Allí […]
Por Sebastian Ortega

Uno de los primeros libros en proponer un sistema completo para invertir en los mercados de valores fue El inversor inteligente escrito por Benjamin Graham y publicado en el año 1949. Para aquella época, fue novedoso que un libro analice el perfil psicológico de los inversores. Graham sabía que el auto-control y el auto-conocimiento eran las claves para invertir con éxito. Allí dijo que “el principal problema del inversor (e incluso su peor enemigo) probablemente sea él mismo”.

Graham fue tal vez el máximo estudioso de las inversiones de sus tiempos. Fue el creador de la estrategia de Inversiones en Valor y maestro de los más grandes inversores de la historia como Warren BuffettJohn Templeton y William Ruane.

Su conocimiento lo convirtió rápidamente en un hombre acaudalado y con cierta fama. Sin embargo, le bastó un único error de cálculo para quedar prácticamente en bancarrota. Le cuento.

Resulta que por la década de 1920, Graham manejaba un fondo de inversión con notable éxito. Más aún, su refinado análisis le permitió ver con anticipación la principal crisis de los tiempos modernos que la historia denominaría como la Gran Depresión. Sin embargo, a mediados del año 1930, Graham concluyó que lo peor de la crisis ya había quedado atrás. Para aprovechar al máximo el previsible “rebote”, tomó dinero prestado para redoblar la apuesta. En contra de todos sus pronósticos, la crisis se profundizó, y se vio obligado a usar sus reservas para afrontar sus deudas, evaporando así todo el éxito económico que había conseguido en su carrera.

Su espectacular formación en materia de inversiones, no logró salvarlo de una inconmensurable pérdida.

Tener conocimientos no significa ser buen inversor

El caso de Graham no es el único en donde una mente brillante resulta atrapada por las trampas de los mercados. El propio John Maynard Keynes, uno de los hombres más influyentes de la economía del siglo XX, quedó prácticamente en bancarrota tras un tiempo de especular con la libra esterlina en el mercado de monedas. Albert Einstein, creador de la teoría de la relatividad, perdió gran parte del dinero recibido por su Premio Nobel de 1921 en el mercado de valores durante la crisis del ‘30. Incluso el propio Sir Isaac Newton, creador de las 3 leyes del movimiento y la gravedad, perdió gran parte de su fortuna con la compañía South Sea en 1720. Desde entonces, se le adjudica la frase “podría calcular el movimiento de los cuerpos celestes pero no la locura de la gente”.

Yendo a casos más recientes, hace poco me tocaron de cerca las declaraciones de un reconocido profesor de finanzas que dijo lo impensado: no solo confesó que él no era un buen inversor, sino que además sentenció que la mayoría de sus propios alumnos tampoco lo serían.

Se trata de Bruce Greenwald, director del centro de investigación y formación en Inversiones en Valor de la Universidad de Columbia, Nueva York, adonde Buffett fue a estudiar para conocerse con el propio creador de esta estrategia: Ben Graham.

Greenwald tiene un doctorado en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), es asesor de uno de los principales fondos de inversión del mundo, First Eagle, que maneja una cartera de USD 100.000 millones y tiene el privilegio de haber plasmado sus comentarios en el libro Security Analysis (foto), considerado como “La Biblia de las Inversiones”, escrito por Graham y con prólogo de Buffett.

Greenwald fue mi profesor cuando estudié en la Universidad de Columbia. Allí tuve la posibilidad de conversar mano a mano con él, de discutir métodos para valuar a ciertas empresas, y de aprender conceptos que me cambiaron la forma de ver las inversiones, cuyas conclusiones resumí en este artículo. Nunca había conocido personalmente a alguien que supiera tanto de inversiones como él.

Sin embargo, en una reciente entrevista, confesó algo muy sorprendente para mi, especialmente por el rol y por el reconocimiento que tiene. Allí dijo: “mi libro favorito para recomendar es Orgullo y prejuicio de Jane Austen, porque trata de auto-conocimiento. Con él he aprendido lo que se necesita para ser un buen inversor. Y también aprendí que no tengo ese tipo de carácter.”

Sinceramente, no tengo mucho más para agregar después de que alguien que dedicó su vida a investigar sobre inversiones, diga que que no tiene el carácter necesario para ser un buen inversor.

Para explicarlo, él utiliza el siguiente ejemplo: “quería comprar una gran cantidad de acciones de Deere a un precio promedio de USD 70. Inicialmente, compré a USD 75, pero cuando subieron a USD 80, dejé de comprar esperando a que bajen hasta USD 70. Eso último nunca pasó y me lo perdí. Sabía que las acciones valían entre USD 150 y USD 200, pero no pude manejarlo. Cada uno es como es. Es por eso que no soy un inversor profesional.”

Muy pocas personas que conocen y enseñan sobre inversiones son capaces de admitir que no son buenos inversores. En particular, me parece un gesto humilde y valioso por parte de Greenwald, ya que lo normal es que ocurra justamente lo contrario: cuanto peores son los inversores, mejores se jactan de ser.

Pero la opinión que más me llamó la atención fue la que hizo a continuación: “no creo que pueda enseñarse a ser un buen inversor. Cuando eres un niño, la forma en que crees que vas a ganar dinero es que vas a adivinar las subas y las bajas, que vas a adivinar los precios del petróleo mejor que otras personas. Vas a especular sobre el futuro, y los buenos inversores no especulan sobre el futuro”.

Y remata: “yo diría que para el 80% de mis alumnos, todo se trata de: ‘¿cuál será el precio del petróleo?’ o ‘el ciclo va a cambiar y voy a atraparlo justo’. A pesar de lo que les enseñamos, es muy difícil ser lo suficientemente disciplinados como para mantener la concentración y decir que no”.

Que alguien reconocido por su conocimiento diga que no es muy bueno al ponerlo en práctica, puede llegar a entenderse. De algún modo, está haciendo una confesión personal. Pero que un profesor multi-premiado, diga que no se puede enseñar a ser buen inversor, resulta un tanto desalentador para quien está en el camino del aprendizaje.

Desde nuestro lugar, hemos escrito varias veces sobre este tema. Hace poco, hicimos referencia a un conjuntos de características que tiene ese 5% de inversores que le gana consistentemente al mercado (puede verlas aquí) resaltando que son contrarias a la naturaleza humana. Es por esto que el mero conocimiento no es suficiente para invertir bien, se necesita también un excelente dominio de las emociones.

Si bien estamos de acuerdo con la idea de Greenwald en que es muy difícil enseñar a ser un buen inversor, sí es posible que cualquiera lo pueda aprender.

 Solo cuando está el alumno preparado, aparece el maestro 

Quienes busquen superarse a sí mismos realmente pueden lograrlo, aunque podría anticipar que solo una baja proporción de personas estarán dispuestas a ello. Tal vez sea la misma proporción de personas que están dispuestas a dejar de tomar Coca-Cola para empezar a tomar Pepsi.

Sobre el autor

Sebastian Ortega

Sebastian Ortega

CEO Grit Invest

Doctor en Dirección de Empresas y Máster en Dirección de Empresas de la Universidad del CEMA, con especialización en Fusiones y Adquisiciones en la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard (EE.UU.) y especialización en Value Investing en la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia (EE.UU.)
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2 Comments

  1. Lara

    Muy buen post. Gracias por compartirlo.

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