
Por alguna razón, el ecosistema de emprendedores e inversores termina siendo como una ciudad pequeña en donde todos se conocen con todos y donde cada uno juega más de un rol al mismo tiempo. Así nacen los principales obstáculos en el camino de la búsqueda de una inversión.
Desde que el emprendedor tiene sus primeras (y a veces borrosas) ideas, comienza un rally de búsqueda de información y validación de su punto de vista utilizando su propia red de contactos y muchas veces se encuentra con diversas respuestas difíciles de unificar:
- El amigo le da opinión de amigo, esto es, en cuanto el otro recibe a su amigo cargado de entusiasmo, nace una respuesta empática que lo alienta a seguir en ese rumbo, sea cual sea. Suelen haber críticas, sí, pero resultan tremendamente sesgadas por el vínculo.
- El asesor lo aconseja utilizando su conocimiento y experiencia. Cumple el rol de experto, generalmente, en un tema específico: finanzas, marketing, estrategia, etc. Guía y recomienda en base a conjeturas insesgadas y bien argumentadas, pero no necesariamente juzga una visión.
- El inversor decide si invertir o no en base a su percepción de la oportunidad, el equipo fundador y el plan. Utiliza la información pero elabora una decisión en base a un juicio propio que involucra a sus emociones.
En un ecosistema más parecido a la realidad, cada integrante cumple al mismo tiempo más de un rol. El inversor tiene amigos con emprendimientos, el consultor se encuentra ante oportunidades de inversión. Cada rol se configura espontáneamente en cada situación, y así el inversor aconseja como asesor o el asesor opina como amigo.
Frecuentemente me encuentro en diálogos en donde un emprendedor dice cosas tales como: “Hicimos una valuación con un consultor y nos dio que nuestra startup vale XXX”. Para flexibilizar la conversación, suelo hacer la siguiente analogía: por más que el valor teórico y calculado de una casa sean 100, si el mercado paga 150 o 50, no hay razón excelentemente justificada que pueda exigir un precio que el mercado no está dispuesto a pagar.
Otro comentario frecuente de escuchar es: “Validamos nuestra idea con YYY (inversor reconocido) y quedó encantado. Nos dijo que era excelente. ¡Que sigamos así!”. Sin embargo, ese inversor no tuvo interés en participar ni de decirle a otros inversores que lo hagan. Los alentó a seguir pero decidió no participar.
Cada rol cumple una función distinta. Los distintos roles conviven en cada persona. De hecho, un inversor es un emprendedor en el rubro de las finanzas, o también puede tener otros emprendimientos. Con esto, la confusión es un ingrediente que se le agrega a la ya conocida falta de información que existe en las inversiones de capital de riesgo. Es trabajo de cada uno entender qué rol está cumpliendo la persona con la que nos estamos vinculando y bajo qué roles estamos emitiendo un juicio, un consejo o una opinión. Esto supone, además, entender nuestros propios límites para asumir roles que no están a nuestro alcance: escribir un libro sobre emprendimientos no implica haber atravesado la experiencia emocional de utilizar patrimonio propio para financiar una startup, y haber realizado una inversión no implica conocer toda la bibliografía de finanzas y emprendimientos. Lo importantes es buscar la manera de distinguir qué rol cumple cada persona en cada momento para poder aprovechar al máximo ese vínculo en pos del crecimiento del proyecto.
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