Hay quienes dicen que la fórmula de la Coca-Cola es uno de los secretos mejores guardados del mundo; que la verdadera receta era conocida por una sola persona (aunque hoy serían 2 o 3 por si a alguno le pasa algo), y que la combinación exacta de ingredientes es tan perfecta ha permitido crear un imperio sin precedentes en el negocio de las bebidas. ¿Qué pasaría si algún día fuera revelada?
En el mundo de las inversiones también hay fórmulas que permiten multiplicar el dinero de las personas. El hombre se ha esforzado durante siglos por descubrir la manera de volverse rico, probando cuanta idea le venía a la cabeza. Es como una eterna búsqueda del tesoro. Al fin y al cabo, es algo tan prometedor que podría cambiarle la vida a quien la encuentre y a sus descendientes.
Por ello, estamos siempre ansiosos por conocer cualquier dato o información que nos lleve en esta dirección:
- “El miércoles de la semana próxima, la empresa YY hará público un descubrimiento que puede disparar el precio de sus acciones”.
- “Las acciones de ZZ estuvieron cayendo en el último año, pero la próxima vez que presente sus ganancias, sus acciones pueden subir hasta un 100% por resultados mejores a los esperados”.
- “El precio de la acción está por superar la media móvil de 200 ruedas… si lo consigue, será una clara señal de compra”.
Pero este tipo de información sirve (quise decir, algunas veces sirve) sólo para casos muy específicos y se vuelve obsoleta rápidamente. Lo que verdaderamente busca la gente es la fórmula que permita hacer crecer su dinero de manera consistente a lo largo del tiempo… aunque cuanto más rápido, mejor. Algo así como fórmula de la Coca-Cola que le permita a cada uno crear su imperio personal.
Una fórmula así, supone ser muy compleja y secreta, conocida sólo por unos pocos que la usan con el fin hacerse ricos egoístamente. Al menos ésto es lo que muchos imaginan. Por eso, inversores novatos y no tanto, están más predispuestos a creer en una fórmula muy sofisticada que logra resultados extraordinarios para aquel a quien le sea revelada.
Con esta misma predisposición, tendemos a descartar cualquier posible fórmula, solución o respuesta que resulte demasiado simple de entender o que pueda estar accesible para todo el mundo. Si nada tiene de difícil ni nada tiene de secreta, ¿Cómo es que sólo unos pocos terminan teniendo tanto éxito? Es común pensar que cualquier información demasiado fácil de conseguir no tiene valor.
Es por esto, que cuando alguien publicó un aviso en un diario muy conocido con una solicitud para comprar empresas que cumplieran determinado criterio, la gente no sólo desestimó el contenido, sino que hasta los periodistas del mismo diario se burlaron de él.
Esto ocurrió hace mucho tiempo. Unas décadas más tarde, pudieron comprobarse sus resultados y muchos notaron que los equivocados eran ellos.
La fórmula más exitosa, publicada en un aviso
La historia fue así. En 1986, el responsable de una empresa dedicada a las inversiones publicó un aviso de una página completa en el Wall Street Journal (el periódico de mayor circulación en materia financiera en Estados Unidos) ofreciendo comprar empresas con urgencia.
El encabezado del aviso publicitario decía explícitamente “Queremos comprar negocios que valgan USD 100 millones o más, antes del 31 de Diciembre de 1986”. Para la fecha de publicación, faltaban apenas 44 días para que se cumpla el plazo. El motivo de la urgencia era que, a partir de esa fecha, quien quiera vender su empresa en el país del norte podría tener que pagarle al estado hasta un 52.5% del dinero que reciba por tal venta a raíz de un reciente cambio en el impuesto a las ganancias mientras que, de hacerlo antes, solo pagaría un 20%.
El aviso continuó con una serie aclaraciones atípicas. “Tenemos el dinero, y podemos actuar extraordinariamente rápido”, cuando lo habitual es que estas transacciones tomen varios meses en completar las auditorías contables y legales previas. “Las mayorías de nuestras compras se concretan apenas después de tener una primera reunión con los dueños. Si estamos interesados, procederemos instáneamente”.
A continuación, el insólito aviso describió las 6 únicas y estrictas condiciones que debían cumplir las empresas para ser compradas:
- “Ganancias por más de USD 10 millones anuales”
- “Demostrada capacidad para hacer crecer las ganancias en el futuro (poco nos interesan las proyecciones futuras y los eventos que pueden disparar el valor)”
- “Buenos retornos sobre el capital con poca o nula deuda”
- “Con equipo de gestión (nosotros no podemos proveerlo)”
- “Negocio simple (si involucra mucha tecnología, no lo entenderemos)”
- “Un razonable precio de venta (no que queremos hacerle perder su tiempo ni el nuestro hablando sin conocer si existe un precio razonable)
Y el aviso remataba con: “Si le interesa, llámeme ya.” junto a un número telefónico y un nombre.
Imagínese la situación: en una época donde no existía internet para chequear la información, una persona desconocida publica un anuncio diciendo que usted debería considerar venderle su empresa con urgencia, y que él aceptaría de inmediato si ésta cumple con 6 simples condiciones.
El aviso fue prácticamente desestimado y hasta considerado como una broma. Unos 6 periodistas del propio Wall Street Journal publicaron un artículo en el mismo medio burlándose del “aviso más inusual que alguna vez haya sido publicado” en el prestigioso periódico (más abajo le comparto el link este artículo) comparándolo con un propaganda del tipo “Llame ya al 0-800!”
Sin embargo, décadas más tarde, el autor del aviso publicitario demostró que esas 6 simples condiciones son nada menos que la fórmula para invertir más exitosa que jamás haya conocido la historia.
Lo esencial es invisible a los ojos
Desde chico me quedó en la cabeza un fragmento del libro El Principito de Antoine de Saint-Exupéry de que dice así:
“A los adultos les gustan los números. Si uno dice a los adultos: ‘Vi una bella casa de ladrillos rosas, con geranios en las ventanas y palomas en el techo…’ no logran imaginársela. Hay que decirles: ‘Vi una casa de cien mil francos.’ Entonces exclaman: ‘Qué lindo!’”
Hay muchos “adultos” (en términos de El Principito) que no pueden a apreciar el valor o el talento de las personas hasta que éstas terminan siendo reconocidas públicamente o su dinero puede “dar muestra” de cuán exitosos son, cómo si eso fuera una medida de algo.
Hoy resulta más que obvio considerar seriamente las palabras de Warren Buffett. Aunque alguien no lo conozca (cosa probable ya que tiene bajo perfil), comenzaría a prestar atención después de conocer que es el tercer hombre más rico del mundo (el único entre los más ricos que hizo su fortuna en base a inversiones), pero podría ser el 1ro o 2do más rico si no hubiese donado el 43% de su fortuna al día de hoy. También prestarían atención si uno dijiese que la empresa que él lideró por los últimos 53 años está entre las 10 más valiosas del mundo. Ante estas aclaraciones, las personas hacen al menos el intento de escuchar las palabras de alguien que (¡vaya a saber cómo!), hizo las cosas con buen sentido.
Las palabras de Buffett tienden a cobrar más importancia cuando quien las escucha toma conocimiento de sus récords o el “tamaño” de su éxito con las inversiones. ‘¡Qué sabio!’ dirían los adultos de Saint-Exupéry, en relación al tamaño de su billetera.
Sin embargo, fue Buffett quien escribió ese inusual anuncio en el Wall Street Journal. Solo que lo hizo 32 años atrás cuando pocos sabían de él, cuando todavía no era uno de los hombres más ricos del mundo, y sus palabras no eran tenidas en cuenta.
Hoy, hay quienes pagan USD 3.3 millones para tener la oportunidad de almorzar con él y escuchar sus consejos, compran sus libros para saber cómo hizo su fortuna, recorren miles de kilómetros para verlo en vivo en su ciudad natal, tal como hice yo. Pero no hay nada nuevo en sus palabras. La receta él ya la explicó con lujo de detalle a sus inversores en la carta que les envió en 1982 –puede verla aquí-. Hace 36 años que publicó por primera vez y abiertamente el equivalente a “La fórmula de la Coca-Cola de las inversiones”, y fue desestimada. Cuatro años más tarde la publicó textualmente dentro de un aviso publicitario en el periódico financiero de mayor circulación, y se burlaron. Hoy, cuando le preguntan su estrategia para elegir inversiones, responde lo mismo que hace 4 décadas. Viniendo de él, hoy suena a una genialidad, pero en aquel momento, sonaba ridículo. Lo esencial, es invisible a los ojos. Cuando se hace visible, ya es demasiado tarde. En otro artículo explicaremos porqué poca gente puede aplicar una formula exitosa que ya conoce
Los que no supieron ver la esencia de la fórmula en su momento, se perdieron 4 décadas sin poder aprovecharla. Con ella, él logró un rendimiento de 2.404.748% en la acción de Berkshire Hathaway desde que asumió la conducción. Creo que éste podría ser un excelente ejemplo para una versión moderna del libro El Principito.
Le comparto el link del la nota de archivo del Wall Street Journal sobre la publicidad de Buffett – ver nota-.
0 Comments