Algunas décadas atrás, un equipo de psicólogos de la universidad de Stanford se preguntaron qué características tenían en común las personas exitosas.
Hasta entonces se creía que el éxito le pertenecía solo a quienes contaban con circunstancias favorables como haber nacido en una familia acaudalada, buena educación, o simplemente la “falta de problemas”, junto a condiciones individuales como el Coeficiente Intelectual, la condición física o simplemente tener buen aspecto.
Para averiguarlo, hicieron un experimento que finalmente permitió revelar uno de los principales determinantes de las personas exitosas.
El experimento consistió en seleccionar a niños de 4 años de edad, y los invitaron, de a uno por vez, a una sala en donde había un muy sabroso dulce conocido en inglés como Marshmallow (o “Malvavisco” en español, aunque en latinoamérica no es un dulce muy popular) y un investigador les hacía la siguiente propuesta:
“Puedes comerte este malvavisco ahora, o puedes esperar a que yo vuelva en unos minutos, y entonces podrás comerte dos”. El experimento consistía en dejar al niño a solas por unos minutos y estudiar su comportamiento.
Si nunca vio el video, le recomiendo que lo vea: son muy tiernas todas las estrategias que usan los niños para intentar no comerse el dulce. Se lo comparto a continuación:
El resultado: 2 de cada 3 niños no resistieron la tentación y se comieron el malvavisco, perdiéndose así la oportunidad de ganarse uno adicional.
Lo interesante fue que los investigadores hicieron un seguimiento de la vida de cada uno de esos niños por las siguientes décadas, y descubrieron que, aquellos que habían logrado resistir la tentación, tuvieron mayor éxito académico y laboral que los que no habían resistido.
Los investigadores concluyeron que la capacidad para postergar una gratificación inmediata con el objetivo de obtener un mayor beneficio futuro, era la condición que diferenciaba a las personas exitosas de las no exitosas. Los psicólogos llamaron a esta característica “madurez”. Sí, así como lo lee. Por si nunca se había puesto a pensar en ello, la madurez emocional de una persona es justamente esa capacidad de dominar sus impulsos y organizar sus acciones a lo largo del tiempo.
La madurez de un inversor puede medirse por su capacidad de dominar el impulso de comprar acciones que subieron de precio recientemente, o por miedo a quedarse “fuera de la fiesta” (en inglés “FOMO”) o simple entusiasmo, y saber esperar hasta el momento más conveniente para maximizar sus beneficios.
Las acciones son el “malvavisco” de los adultos. Ser adultos no significa tener automáticamente madurez emocional en todos los aspectos de la vida. La madurez es algo que se busca y se desarrolla individualmente para cada aspecto en donde la aplicamos. Lo bueno es que no se necesita ningún talento ni ninguna condición especial para madurar. Cualquiera puede aprender a madurar a través de la experiencia propia y ajena.
Más recientemente, los psicólogos entendieron cómo funciona ese mecanismo: cuanto más enfocada/involucrada/apasionada está una persona con sus objetivos de largo plazo, mayor es su capacidad para regular su comportamiento/impulsos en el presente.
Por ejemplo, cuanto mejor se visualice una persona en el futuro en cuanto a su imagen corporal, mayor será su capacidad para mantenerse en la dieta y esforzarse en los ejercicios en el presente; o si se propone correr una maratón -y no una carrera de 100 metros- sabe a qué velocidad ajustar sus pasos. Todo arranca por definir a dónde queremos llegar para saber en qué dirección caminar hoy; y cuanto más comprometidos estamos con llegar a ese destino, mayor será nuestra determinación.
A esta “pasión por los objetivos de largo plazo”, los psicólogos la llamaron “Grit”. Existe una charla TED muy didáctica en donde Angela Duckworth explica este concepto de una forma muy simple. Puede ver la charla aquí.
Este concepto del Grit se usa para “predecir” el potencial de las personas en distintos ámbitos. En las entrevistas laborales, una pregunta muy frecuente es “Cómo se ve una persona a sí misma en los próximos 5, 10 o 15 años”. Cuanto mayor sea el horizonte al que la persona sea capaz de proyectarse, mayor será su potencial de carrera. Se asume que, por ejemplo, quien pueda visualizarse claramente en los próximos 20 años, tendrá un potencial de crecimiento mayor a quien no sabe dónde quiere estar en los próximos 5.
También pasa con los emprendedores/empresarios. Hoy más que nunca, el mundo pone atención a las ya históricas palabras de Jeff Bezos de 1997, año en que Amazon salió a cotizar en la bolsa de valores, cuando escribió su carta a inversores: “Continuaremos haciendo inversiones en vistas al liderazgo de largo plazo, y no consideraremos las reacciones de corto plazo de Wall Street”.
Dos décadas atrás, Wall Street subestimó las palabras de Jeff Bezos; pero gracias a que se convirtió en el hombre más rico del planeta con esa “madurez”, el mundo reconoció (tarde) el valor de lo que por entonces dijo.
Y con los inversores… bueno, usted ya lo sabe porque lo hemos repetido muchas veces en esta columna. Los inversores más exitosos de la historia son aquellos que han sabido proyectarse a sí mismos no en 1 o 5 años, sino en 30 años o más. “Cualquier gran objetivo toma al menos 10 años de esfuerzo”, dijoNaval Ravikant, quien invirtió en los inicios de varias compañías tecnológicas que tuvieron enorme éxito como Uber y Twitter, entre otras.
Varias veces hemos hablado de cómo Warren Buffett fue capaz de esperar más de una década para invertir fuertemente en Coca-Cola cuando sus acciones cayeron a precio de oferta en 1987, o cómo espera cada una de las grandes crisis que ocurren periódicamente. Esto representa, nada menos, que el mayor ejemplo de madurez que se conoce en el mundo de las inversiones.
En cada uno de estos 3 ámbitos (carrera laboral, empresario, inversor) hay una muy fuerte conexión entre la visión de futuro y el potencial de crecimiento de las personas. Por eso, a la hora en que nosotros tomamos decisiones de inversión, la característica más importante que buscamos en las personas que lideran los proyectos -tanto en un emprendimiento naciente como en la mayor empresa de la bolsa de valores- es su visión de futuro para entender a cuán lejos son capaces de proyectar y cuán fuerte es su compromiso con esos objetivos. En síntesis, buscamos identificar y valorar su Grit.
El Grit es la característica que comparten Jeff Bezos, Elon Musk, Steve Jobs, Bill Gates, Warren Buffett, y también aquellos que están comenzando hoy con potencial a ser los líderes del mañana. Cada uno en su propio proyecto, cada uno con su propio estilo, pero todos ellos con algo en común.
Es por eso que nuestro más reciente fondo de inversión fue bautizado con el nombre de Grit, en honor a la principal cualidad que buscamos en las inversiones, y también en honor a nuestra propia pasión por los objetivos de largo plazo. Si no está familiarizado con este concepto, pase por nuestro sitio sthventures.com y conózcalo de cerca.
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