No es matemática. Es el ánimo de las personas.
Usted ya sabe que solo el 5% de los inversores le ganan a los mercados, el resto, compra, vende, compra, vende… pero los estudios muestran que les iría mucho mejor si hicieran una única inversión y luego no hicieran nada más. Howard Marks, que está en ese 5% de inversores ganadores, dijo en su libro “La cosa más importante revelada” que “para que tus resultados difieran del resto, tus expectativas e inversiones deben diferir del resto… pero no solo diferir, sino que deben ser mejores”.
La estrategia ideal para tener éxito con las inversiones, es detectar lo más temprano posible cuando las acciones comienzan subir y comprar justo allí; también lo más temprano posible cuando empiezan a bajar y vender justo allí. Para esto, se vuelve crítico detectar el momento justo en que una acción tocó su mínimo, o su máximo y actuar con decisión.
¿Cómo se hace para detectar cuando una acción llegó a su mínimo o a su máximo? Bueno, existe una gran variedad de técnicas y herramientas pero… ninguna sirve, todas se basan en especulaciones. Los altibajos de corto-mediano plazo en las acciones dependen en gran medida de los cambios de ánimo de las personas, por ello no es posible detectar máximos ni mínimos cuando están ocurriendo; solo es posible señalarlos cuando se analiza el pasado. Es algo parecido a querer determinar si hoy alcanzamos el pico de contagios de coronavirus (a propósito, ¿cuándo era que venía el famoso “pico”? Yo ya estoy perdido entre tantos pronósticos). Por tanto, esa estrategia ideal no existe en la práctica. Pero…¡qué lindo sería si existiera!, ¿no?
Lo que sí es posible es seguir una estrategia “contraria”, esto es, comprar cuando todos venden, y vender cuando todos compran. No, no es un simple acto de rebeldía. Esta ha sido nada menos que una de las estrategias de inversión más exitosas de todos los tiempos. Seguramente usted haya oído hablar de ella.
¿Por qué funciona esto? Simplemente porque la economía, los mercados y hasta la psicología de las masas se mueven siempre en ciclos que van desde la depresión a la euforia y desde la euforia a la depresión. Decía Sir John Templeton: “Los mercados alcistas nacen en el pesimismo, crecen en el escepticismo, maduran en el optimismo y mueren en la euforia”.
Peter Lynch, el inversor que logró un rendimiento del 30% anual durante más de una década, escribió en su libro “One Up On Wall Street” sobre su graciosa Teoría del Cóctel (bebida acohólica) para detectar cuando los inversores están deprimidos o eufóricos: ”En los eventos sociales suelo pararme cerca de donde se sirven los cócteles. Allí la gente inicia conversaciones muy fácilmente. Cuando los mercados han estado bajando por mucho tiempo y yo cuento que me gano la vida comprando acciones, las personas asienten con la cabeza y se alejan o cambian de tema. Pero cuando los mercados están en su momento de euforia, una multitud me rodea toda la noche, no solo para preguntarme qué acciones deben comprar, sino hasta para darme consejos sobre las acciones que debería comprar yo”.
El problema con esta estrategia es que no es exacta. Usted puede vender cuando todos compran, pero si las acciones siguen subiendo luego que usted “se fue de la fiesta”, puede llegar a sentirse como el único individuo del mundo que dejó de ganar mientras todos los demás festejan en su cara (lo dije de una manera muy delicada, pero se entendería mejor si describiera esa sensación con la palabra justa).
Análogamente, imagine que usted invierte sus ahorros en instalar un restaurant en su ciudad porque pensó que lo peor de la crisis ya pasó, y luego resulta que los casos de coronavirus siguen aumentando día a día. Es posible que en ambos casos se sienta arrepentido de su decisión. Es muy propio del ser humano sentirse así. Sin embargo, estas mismas sensaciones son justamente las que boicotean los resultados que uno busca.
Para evitar estas sensaciones incómodas, muchas personas se aferran, consciente o inconscientemente, al consenso/opinión de la mayoría y compran las acciones que la mayoría ya compró (o que vienen subiendo, que es casi lo mismo) o que las recomendó aquel señor que se hace llamar “gurú” y tiene cara de serio. Una persona sola puede equivocarse, pero “una mayoría”… Pregunta: ¿puede “una mayoría” estar equivocada? Lo analizaremos enseguida, pero antes, agrego un par de comentarios.
Quien toma una decisión que coincide con la mayoría se siente más seguro porque asume que es menos probable que muchas personas puedan estar equivocadas al mismo tiempo; y si resultan equivocadas, entonces asumen que fue porque la decisión era mucho más sofisticada de lo que parecía. En este último caso, queda el pobre consuelo de que “si nos equivocamos, al menos nos equivocamos todos”, y de esta forma justificamos nuestras decisiones (recuerde las justificaciones de la gente en aquel fatídico 12 de agosto de 2019, cuando el mercado de valores de Argentina cayó un 48% en dólares en un solo día, afectando, por supuesto, a la mayoría de los inversores).
A continuación le incluyo algunos ejemplos actuales de comportamientos en masa que tienen mucho de emocional y poco de racional:
- Las acciones de Tesla (TSLA), fabricante de autos eléctricos, triplicaron sus valores en lo que va del año, pero las ventas de la compañía se mantienen sin crecimiento desde hace 1 año. Incluso su fundador, Elon Musk, escribió meses atrás que “las acciones ya estaban demasiado caras”, y aún así siguieron subiendo fenomenalmente.
- Nikola (NKLA), que fabrica camiones eléctricos, tuvo menos ventas que un sueldo promedio anual, y aún así la compañía hoy vale USD 13 mil millones.
- Virgin Galactic (SPCE), que se dedica al transporte espacial, todavía no vendió ni fabricó nada y la empresa ya vale USD 4.5 mil millones.
Probablemente estas compañías tengan un buen futuro. Nadie lo sabe con certeza. De cualquier modo, es evidente que los inversores arrastran un exacerbado optimismo comprando todo aquello que sube de precio, aunque sea por causas desconocidas y por eso las compañías valen lo que valen hoy en el mercado.
En estos casos y muchos más,los inversores prefieren estar equivocados pero “en patota”, antes que eventualmente tener razón pero “quedarse afuera de la fiesta” en soledad.
El problema es que cuando un inversor sigue las decisiones de la mayoría, obtendrá, como es de esperar, los mismos resultados de la mayoría, y eso NO es una buena noticia. Usted ya sabe que la mayoría de los inversores (el 95%) pierden frente a los mercados. Eso significa que los inversores terminan pagando un altísimo precio por el confort de sentirse aceptados, validados y acompañados por la mayoría, aún cuando eso implique obtener magros resultados.
Para salir de este círculo vicioso (o “carrera de ratas del inversor”, parafraseando a Robert Kiyosaki) es necesario tener la capacidad de actuar “en contra” de lo que hace la mayoría. Esto implica, en primer lugar, tener la sensibilidad para captar/percibir el ánimo de la mayoría, y en segundo lugar, tener el coraje para actuar al revés guiándonos por la razón y no por las emociones.
¿Por qué no está todo el mundo haciendo esto? Porque “nadar contra la corriente” requiere de mucha energía y fuerza de voluntad para resistirse a la tentación de actuar como la mayoría -que es un cómodo atajo-, y usted sabe que la fuerza de voluntad es finita, se agota, tal como analiza Roy F. Baumeister en su libro “Fuerza de Voluntad”.
Nuestra fuerza de voluntad se va consumiendo con cada decisión compleja o cuando tenemos que resistir a tentaciones/adicciones. Por ejemplo, adelgazar y dejar de fumar son tareas que requieren muchísima fuerza de voluntad, más que la cantidad con la que una persona cuenta habitualmente, por eso normalmente no es posible hacer las dos cosas al mismo tiempo. ¡Y ni le cuento si además quiere ir en contra de la mayoría en los mercados! En algún próximo artículo hablaré de los casos en que Warren Buffett y Bill Ackman tomaron las peores decisiones de su vida debido a que sus situaciones personales les quitaron la fuerza de voluntad necesaria para actuar racionalmente. La buena noticia, es que es posible fortalecer la fuerza de voluntad con entrenamiento.
Si usted detecta signos de euforia, considere adoptar una estrategia “contraria”. Si no la implementa en sus inversiones, intente hacer al menos el ejercicio de dejar anotado lo que haría usted si tuviera que actuar en contra de la mayoría de los inversores.
Como todo en las inversores, no es imposible comprobar si uno estaba en lo cierto en el corto plazo (igual que con las medidas sanitarias frente al coronavirus). Solo es posible evaluarlo cuando miramos hacia el pasado desde la distancia.
Vivir la experiencia es una de las mejores formas de fortalecer la fuerza de voluntad, y obtener mejores rendimientos con las inversiones. Por eso, pruebe hacer lo contrario a lo que hace la mayoría. En unos años, lo invitaré a revisar juntos los resultados.
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