En 1999 Bill Gates, el fundador de Microsoft, escribió un libro titulado Negocios a la velocidad del pensamiento con predicciones acerca de cómo la tecnología iba a evolucionar y a cambiar nuestras vidas, mencionando el uso de dispositivos móviles, las redes sociales, y las compras por internet. Hoy, unos 18 años más tarde, muchas de esas predicciones no solo se cumplieron, sino que los negocios mencionados en el libro fueron los más rentables de las últimas décadas y convirtieron a sus fundadores en las personas más acaudaladas del planeta.
De hecho, en la actualidad, Google, Facebook y Amazon representan estos negocios y son 3 de las 5 compañías más valiosas del mundo que avanzan sobre el dominio de internet (las otras 2 son Apple y Microsoft que tienen negocios en internet pero no en forma exclusiva) tal como comentó en estos días Richard Waters para el Financial Times (puede ver la versión en español en El Cronista). Solo estas tres compañías suman un valor de USD 1,6 BILLONES, lo que representa un aumento de USD 450.000 millones respecto del año anterior, tal como analiza Waters.
Esto significa que las empresas de internet finalmente sí se convirtieron en las más valiosas y revolucionarias del mundo tal como predijo Bill Gates en 1999 y tal como pensaban los inversores por esa época, cuando el NASDAQ batía máximos históricos día a día.
Pero, si las predicciones eran correctas, ¿cómo se llegó a una crisis de tamaño colosal causada justamente por las empresas de internet en el año 2001? En otras palabras: si tenían razón, ¿por qué salió mal? La respuesta es sencilla pero poco intuitiva. Se la comparto a continuación, pero para ello me gustaría usar como ejemplo las palabras utilizadas por uno de los emprendedores más exitosos y disruptivos de hoy día, haciendo una recomendación de inversión a sus propios inversores.
Caro o barato es respecto a qué se lo compare
Tesla es la empresa de autos eléctricos nacida en 2003 y que ya cuenta con un valor bursátil similar al de General Motors y Ford. Sin dudas, un logro extraordinario que trae orgullo (y ganancias) a quienes estuvieron involucrados. Sin embargo, la semana pasada su fundador, Elon Musk, hizo una especial advertencia a sus inversores: “Las acciones de Tesla están obviamente altas basadas en su pasado y presente, pero bajas si usted cree en el futuro de Tesla. Haga sus apuestas acorde a ello”. Puede ver el tuit que él mismo escribió, a continuación:
I should clarify: Tesla stock is obviously high based on past & present, but low if you believe in Tesla’s future. Place bets accordingly … https://t.co/4zbc6vqZSZ
— Elon Musk (@elonmusk) 17 de julio de 2017
Es muy poco usual que el fundador y CEO de una compañía de USD 50.000 millones salga a advertir públicamente que sus acciones están hoy “obviamente altas”. Pero más allá de su valentía por ser abiertamente honesto, hay un punto que me gustaría resaltar ya que con ese mensaje está compartiendo un consejo infinitamente valioso para los inversores.
Lo que Musk sugiere es que un inversor tiene que considerar sus propias razones y sus propios tiempos a la hora de invertir. En particular, advierte que en estos niveles, Tesla puede ser una mala inversión en el corto plazo, aunque sigue siendo buena para el largo plazo.
Para ponerlo en forma gráfica, Musk dice que podríamos estar en el punto rojo, y deberíamos tener cuidado de que los precios sigan por el camino azul, aún cuando los fundamentos de la empresa sigan el promisorio camino rojo.

Pero esta particularidad no es propia de Tesla sino de cualquier otra compañía. Un ejemplo de ello es Amazon, mencionada al principio como una de las grandes ganadoras de las empresas de internet, que más de alguna vez analizamos en nuestras publicaciones semanales.
Amazon, cuyo fundador, Jeff Bezos, acaba de convertirse en el hombre más rico del mundo sobrepasando a Bill Gates, fue una de las grandes promesas tecnológicas desde el primer día. Desde que salió a cotizar en bolsa el 15 de mayo de 1997, llegó a multiplicar su valor por 50 veces (5.000%) en apenas dos años y medio. Sin embargo, durante el siguiente año, desde el 17 de diciembre de 1999 hasta el 28 de septiembre de 2001, la empresa perdió un 94,4% de su valor. Así es, si usted hubiera invertido USD 10.000 en la imparable Amazon a fines de 1999, su inversión hubiera valido USD 560 a mediados del 2001. La indiscutida ganadora del comercio electrónico, aquella gran promesa, llegó a perder más que lo que perdió el Citibank en la crisis financiera del 2008. Imagínese cuánta gente perdió virtualmente todo invirtiendo en Amazon… en el corto plazo.
Y entonces, acá llega la pregunta clave: ¿hasta cuánto tiene sentido pagar HOY por una empresa que tiene un FUTURO increíble? Si yo creyera que algún día una empresa (o una criptomoneda, o unastartup) va a valer 50 veces más que hoy, ¿por qué debería de preocuparme de pagar un precio alto si creo que en el futuro estará todavía más alto?
Durante décadas los inversores se han hecho esta misma pregunta, pero lamentablemente no han encontrado respuestas precisas. Al parecer, no hay un límite determinado a partir del cual deje de tener sentido invertir en una empresa, aún si tuviera sus precios muy altos. Sino, Amazon no hubiera crecido tanto en 1999 ni en estos últimos años, ni tampoco lo hubiera hecho Tesla, tal como acaba de advertir su fundador y CEO. Pero, si conocemos cómo se forman las burbujas, podemos balancear nuestras inversiones adecuadamente para evitar desencantos, tal como aconseja Elon Musk. Y para explicaciones, nadie mejor que el Oráculo de Omaha.
La mejor explicación
En el año 2010, la Comisión de Investigación sobre Crisis Financieras (FCIC) de Estados Unidos pidió conocer la opinión de Warren Buffett acerca de las causas que habían desatado la crisis inmobiliaria del 2008. Para ellos, el Oráculo desarrolló una explicación simple y brillante. Dijo: “puedes encontrar más problemas en las inversiones cuando tienes una premisa razonable que cuando tienes una premisa falsa. Por ejemplo: si tuviera como premisa que la luna está hecha de queso, nadie lo creería porque es una ridiculez en sí misma. Pero si tuviera como premisa que las acciones han ido siempre mejor que los bonos, la gente empieza a creer que es una maravillosa inversión olvidándose de las limitaciones del precio”. Luego de un tiempo, las acciones se vuelven caras pero la gente sigue invirtiendo aferrándose en la sensatez de la premisa, e ignorando la formación de una burbuja.
En castellano: todo arranca con una idea sensata y razonable, y luego fracasa por atarse a ella incluso cuando las condiciones cambian. Ejemplo: muchos creían, con razonables argumentos, que “Amazon iba a crecer mucho”, y los inversores siguieron comprando sus acciones ciegamente aún cuando su precio ya se había multiplicado por 50 veces en 2 años. La premisa tenía mucho sentido (de hecho, se cumplió), pero haberla creído ciegamente sin considerar los altos precios, generó una burbuja en ellos que terminó lastimando a quienes eligieron asumir ese riesgo (o a quienes no se daban cuenta que lo estaban asumiendo).
Con esto en mente, podemos utilizar una receta práctica para mantenernos inmunes ante las burbujas. ¿Está preparado para tomar nota? Ahí voy: ¡No compre empresas caras! Ahí fue. Eso es todo. La solución es tan sencilla como suena. Si usted evita comprar acciones cuya relación Precio-Ganancias (Price-Earnings) esté por encima de 25, difícilmente quede atrapado en una crisis de las dimensiones que describimos anteriormente. Esta receta es simple pero difícil de implementar ya que significa quedarse fuera de inversiones como Amazon o Tesla, las grandes favoritas de los inversores por estos días. Pero esto es apenas un detalle comparado con todo lo que puede ganar si sortea una crisis y luego aprovecha los precios bajos.
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