Cualquiera puede invertir. No importa la edad ni el monto. Sin embargo, la edad y el monto pueden determinar su éxito con las inversiones. Es más, toda su situación personal puede influir positiva o negativamente en sus inversiones. Irónicamente, cuando más necesita ganar es cuando menos chances tiene de conseguirlo. Pero a la inversa, no siempre funciona.
La semana pasada conocí a una persona (probablemente nos esté leyendo) que había perdido todos sus ahorros invirtiendo en el mercado de monedas conocido como Forex. Los mercados de monedas permiten apostar a la suba o la baja de distintas monedas del mundo como dólar, euro, libras, yuan, yen, entre otros. Lo atractivo es que usted puede apalancar sus ganancias por 50 veces o más. Así, una suba de un 1% en el dólar puede convertirse en una ganancia del 50% para usted. Lo malo, es que una pérdida de un 1% en el dólar puede convertirse en una pérdida del 50% para usted.
Convencida de que había sido solo una racha de mala suerte, tuvo la buena intención de tramitar un préstamo personal para volver a invertir en Forex con la idea de recuperar lo perdido y devolver el dinero que le habían prestado. Nuestra conversación tuvo lugar justo después de obtener el préstamo, así que, si bien no supe qué ocurrió después, espero haberla persuadido de evitar que complique aún más su situación.
No es frecuente escuchar a las personas compartiendo situaciones en las que quedaron vulnerables. Es por eso que cualquiera que atraviese una experiencia como ésta puede creer que a nadie más le ha pasado… que uno es el único “desatento” (por decirlo de alguna manera) que arriesgó y perdió en minutos el dinero que le llevó años ganar a base de mucho trabajo . Sin embargo, estos “infortunios” son más comunes de lo que la gente cree, y en especial, le ocurre más frecuentemente a la gente que más necesita ese dinero.
“Si pudiera ganar un 50%, me alcanzaría para hacer esto o aquello…” piensan algunos esperanzados en que tal inversión les ayude a conseguir eso que les hace falta. Quien invierte pensando en lo que necesitaría ganar (o le vendría bien), pierde de vista todo aquello que podría perder, que es la otra cara de la misma moneda. A esta característica se la conoce como Sesgo de Percepción Selectiva, y tiene que ver con prestar atención a aquello que satisface nuestras expectativas, desatendiendo la parte restante de la información.
Alguno podría concluir que quien tiene más dinero que el que necesita tiene entonces menos chances de perderlo. Bueno, este razonamiento tiene lógica: quien no depende de sus ganancias para “llenar la heladera” probablemente pueda tomar decisiones más racionales y menos emocionales. Sin embargo, esto tampoco es tan así.
Un estudio reveló que solo el 29% de las 400 personas más acaudaladas de Estados Unidos para el año 1982, logró mantenerse en la privilegiada lista hasta el 2014. El 71% restante dejó de ser parte por sufrir pérdidas patrimoniales o por verse superado por nuevos ricos. Dice Alfred de Musset que “lo realmente importante no es llegar a la cima sino saber mantenerse en ella”.
Hace poco se supo que el reconocido actor Johnny Depp quedó prácticamente en bancarrota tras gastar los USD 880 millones que había acumulado durante su carrera, tal como le había ocurrido anteriormente a Nicolas Cage con sus USD 150 millones.
Al parecer, el dinero en exceso tampoco mejora necesariamente las decisiones que tomamos en torno a nuestro patrimonio. De ahí la conocida frase de Charlie Munger: “es notable cuánta ventaja hemos logrado en el largo plazo por intentar evitar la estupidez más que por intentar ser muy inteligentes”. Puede ver más en este artículo.
Entonces, ¿cuál es la situación ideal para no caer en las trampas de las emociones?
Mantenerse fluyendo
En los últimos meses se multiplicaron los artículos del estilo “¿Cuánto tiempo le tomará convertirse en millonario?”. Según este artículo en particular, si usted empieza desde cero y coloca USD 500 por mes en una cuenta de inversión que arroje un 10% anual, le tardará 29 años en convertirse en millonario (en dólares).
Más allá de que el artículo busca captar la atención del lector con un tema irresistible, rescato que propone un plan de largo plazo que es posible de cumplir para muchas personas que dediquen una cuota razonable de esfuerzo. A esto se lo conoce como el desafío óptimo, es decir, un reto suficientemente difícil como para entusiasmarnos a emplear todas nuestras habilidades, pero no tanto como para que que lo veamos inalcanzable y lo abandonemos.
Cuando nos planteamos un desafío óptimo (difícil pero no imposible), como alcanzar un determinado monto de dinero, “funcionamos a pleno rendimiento y estamos concentrados en la actividad que realizamos, lo que nos llevará a alterar la percepción del tiempo, a olvidarnos del yo y experimentar una felicidad mucho más profunda que la simple obtención de placer”, esto es a lo que Mihalyi Csikszentmihalyi llama fluir. Puede encontrar más información en el libro en español que lleva su nombre, y también escuchar una explicación en la charla TED que ofrece el autor.
En el camino hacia la consecución de nuestro desafío óptimo, quitamos el foco a aquellas cosas que nos vendrían bien tener o hacer, pero no son indispensables, para enfocar toda nuestra atención y nuestros recursos en nuestra principal prioridad. De ahí en más, resulta asombroso ver cómo empiezan a cobrar sentido hasta las más minúsculas decisiones, ya que comenzamos a juzgarlas en función de cuánto contribuyan a alcanzar nuestros objetivos. De esta forma, y casi como por efecto secundario, disminuimos las chances de tomar decisiones que atenten contra lo que nos hemos propuesto.
No existe un desafío óptimo que sea común a todas las personas. Cada uno debe descubrir el suyo, con el cual se sienta cómodo de poder realizar y por el cual valga la pena luchar. Pero he aquí un secreto: la verdadera razón por la que nos proponemos estos desafíos óptimos no es para alcanzarlos.
El desafío óptimo es simplemente una herramienta (o excusa o “zanahoria”) para forzarnos a encontrar nuestro propósito, y una vez definido, darnos el sentido y el empuje para recorrer el camino. El gran premio que uno obtiene al plantearse un desafío óptimo no está en la llegada, sino en encontrar la belleza de recorrer el camino. El camino se transforma en un fin en sí mismo, y ese es un premio más importante que el que pueda arrojar la mejor inversión del mundo.
Interesante artículo! Tener un plan y no apartarse del mismo parece muy simple, pero uno tiene que estar muy determinado.
me parece bien, sólo queda por ver cuán determinado puedo ser:
Muchas gracias.