Probablemente usted no se anime a enfrentar a Rafael Nadal en una cancha de tenis. Bueno, tal vez sí se anime, pero lo pensaría dos veces si para jugar tuviera que apostar mucho dinero sabiendo que el ganador se lleva todo. Quizá usted haya visto muchos partidos en su vida, discuta con sus amigos de lo bueno o malo que es tal jugador, pero probablemente sospeche que nunca va a ganar dinero si apuesta a vencerlo. Usted podría incluso ser el mejor analista de tenis del mundo, y aun así nada lograría frente a la preparación física, mental y técnica de uno de los jugadores que más ha ganado en la historia. Si quiere ganarle a Nadal, juéguele a cualquier cosa menos al tenis.
Sin embargo, si usted compra acciones de Domino’s Pizza, Inc (DPZ), o del ETF de Brasil (EWZ), está enfrentando por dinero a Ray Dalio, fundador del fondo de cobertura más grande del mundo, en su propia cancha. Por alguna extraña razón, mucha gente ignora que esto le sucede o sobreestima su propia capacidad de ganarle al “Nadal de los mercados”. Por eso, el propio Dalio se encargó de advertirles a aquellos que quieren “competir” sin saber muy bien lo que hacen, en una entrevista brindada a la CNBC en el año 2013:
“Apostar en los mercados es un juego de suma-cero, es como el póker”, dice refiriéndose a que cuando un inversor gana el otro necesariamente pierde. Y continúa: “Para que usted gane dinero, tiene que jugar al póker contra mi. Tenemos 1.500 [hoy 1.700] profesionales trabajando para nosotros, gastamos cientos de millones de dólares en investigación y desarrollo, y hemos estado haciendo esto por 37 [hoy 44] años”.
Básicamente, para que un inversor como Dalio pueda hacer una excelente compra, alguien tiene que estar haciendo una pésima venta, y las pésimas ventas suelen darse entre los inversores más vulnerables en situaciones de emergencia o pánico.
En la misma línea, en el 2007, un grupo estudiantes le preguntó a Warren Buffett si en el futuro él podría seguir encontrando buenas oportunidades de inversión. El respondió:
“Claro que sí. Se trata simplemente de capitalizar el comportamiento humano. Hay personas que crean oportunidades para otros cuando están paralizados por el miedo o excitados por la codicia. El comportamiento humano trae éxito para quienes tienen la capacidad de desacoplarse de las emociones. En Wall Street hay analistas brillantes; son mejores que nosotros en matemáticas, pero nosotros sabemos más acerca de la naturaleza humana”, dijo Buffett.
Pero entonces, si los mismos inversores exitosos hicieron públicas sus “fórmulas para el éxito” desde hace años… ¿Cómo es posible que el 95% siga perdiendo frente a los mercados? ¿Cómo es posible que década tras década nadie haya aprendido nada o incluso todo haya empeorado (en 1985, el 90% perdía)?
La principal razón de tan bajo nivel de éxito no tiene nada que ver con lo que uno aprenda sobre inversiones ni con las empresas en las cuales invierta. La explicación está en el propio comportamiento humano que, condicionados por ciertos factores, no logra evolucionar a menos que cada uno se lo proponga. Por esto, es muy probable que la realidad de hoy no cambie mucho y que en el futuro el 95% de las personas sigan perdiendo frente a los mercados.
Fluir
Si bien muchas veces sentimos que tomamos decisiones con absoluta libertad, en realidad arrastramos predisposiciones genéticas y condicionamientos por una sociedad que nos ha moldeado a base de premios y castigos (“estudia mucho para conseguir un buen trabajo”, “trabaja mucho para conseguir un ascenso”, “no te equivoques porque serás castigado”) de modo tal que muchas veces nuestras “decisiones” no son más que reacciones o respuestas que obedecen a estas dos fuerzas. No pensamos como queremos, sino apenas como podemos. Estamos presos del control de dos tiranos que en psicología se los conoce como el “Ello” y el “Super-Yo”. Así lo resume Mihaly Csikszentmihalyi en su libro “Fluir: la psicología de la experiencia óptima”, que estudia en profundidad las características psicológicas de las personas que logran alcanzar su máximo potencial.
Las personas que no tienen la capacidad de resistir a los instintos o las recompensas externas cuando fuera necesario, se vuelven vulnerables y obedecen a los estímulos aún cuando sus consecuencias les resulten perjudiciales, como por ejemplo, comprar cuando está “caro” por la euforia y vender cuando está “barato” por el pánico.
La solución es más que evidente: para poder actuar libremente en nuestro propio beneficio es necesario independizarse de los impulsos o condicionamientos sociales que influyen en nuestro comportamiento.
Como decía Marco Aurelio: “Si cualquier cosa o evento le causa dolor, [como la baja de sus acciones] esto no ocurre por las cosas en sí mismas, sino por su juicio acerca de ellas. Está en su poder rechazar inmediatamente tales juicios”.
Volviendo a la pregunta inicial: si desde hace décadas sabemos exactamente lo que tenemos que hacer por boca de quienes ya han logrado el éxito en las inversiones… ¿Por qué hoy seguimos tan indefensos como nuestros predecesores teniendo un 95% de personas que generosamente le transfieren su riqueza a un 5%?
La respuesta la articuló maravillosamente Csikszentmihalyi: “El conocimiento o la sabiduría necesaria para liberarse de estos impulsos y condicionamientos, no tiene propiedades acumulativas. No es posible representarlas en una fórmula, ni memorizarlas y aplicarlas sistemáticamente. Como cualquier otro tipo de conocimiento complejo, solo puede ser obtenido a través del método de prueba y error, por tanto cada individuo debe pasar por esto por sí mismo, generación tras generación”.
Esto explica porqué Bruce Greenwald, uno de los profesores más reconocidos del mundo en materia de inversiones, explica que no se puede enseñar a ser buen inversor. Cada uno debe vivirlo individualmente para entenderlo.
La determinación y la fuerza de voluntad influyen en esta capacidad tanto como la inteligencia. No es suficiente con “saber” cómo se hace, es necesario “hacerlo” deliberadamente, como los deportistas o los músicos, practicando constantemente lo que se aprende con la teoría. Esto no es fácil. “Cuando el conocimiento tiene el propósito de cambiar nuestros hábitos y deseos, el avance se vuelve lento y doloroso”, remata el autor del libro Fluir.
Cualquier persona puede entender las reglas del tenis en 5 minutos, pero le tomará una década de entrenamiento para alcanzar un nivel competitivo. Esto es parecido a lo que pasa con las inversiones. La diferencia es que en los torneos de tenis, cada jugador compite siempre contra alguien de su categoría. Hay al menos 6 categorías diferenciadas por nivel, y otras tantas diferenciadas por edad y sexo. Solo los que juegan en categoría “primera” son considerados profesionales, el resto son amateurs.
Participar en la bolsa de valores es como participar de un gran torneo de tenis donde cada jugador paga la “inscripción” con parte de su patrimonio, seducido por los jugosos premios que se reparten entre los ganadores. El problema es que en este particular torneo hay una única categoría, por tanto los amateurs y los mejores del mundo compiten por el mismo premio. Así, el 95% de los que pierden frente a los mercados representa el porcentaje de amateurs que, orgullosos por salir a correr al parque 3 veces por semana y con falsas expectativas, creen poder ganar cuando lo más probable es que el dinero de su inscripción sirva, en última instancia, para agrandar los premios que se repartirán entre Nadal (Dalio), Federer (Buffett) y el resto del 5% ganador. Aún así, los organizadores del torneo (mercados, brokers, etc.) seguirán alentando la participación de los amateurs ya que sus comisiones dependen de la cantidad de partidos que organicen y no de sus resultados, y para ello, no encontraron mejor estrategia que convencer al amateur que tiene chances de estar entre los premiados, apelando al estímulo de aquellos impulsos que no aprendió a controlar y ocultándole las estadísticas.
Podemos parafrasear aquella famosa frase de Jeff Bezos cuando le hablaba a sus competidores: “Tu margen es mi oportunidad” en la versión para los mercados por parte del 5% ganador hacia el 95% perdedor: “Tu vulnerabilidad es mi oportunidad”.
Solo un pequeño porcentaje de personas que sienten pasión por lo que hacen o tienen un propósito más allá del dinero, son los que justifican el esfuerzo que se requiere para adquirir tales habilidades. Si un inversor no busca competir “en primera”, no tiene porqué forzarse a sí mismo. Existen muchísimas alternativas simples y rentables que le permiten a cualquiera enfocarse en lo que verdaderamente le apasiona, y es entonces cuando logrará experimentar la sensación de fluir.
excelente sebastian,abrazo
omar
Muchas gracias Omar! Abrazo!